viernes, 25 de julio de 2014

Hebras

Sentarme, que las explicaciones se desparramen por el piso.
Algunas por aquí, otras un poco más allá.
Olfatearlas con la mirada. Dejarlas seguir rodando.
Pensar en subir la escalera y jugar a que estés allí.
Corriendo detrás mío y haciéndome trastabillar con el aire.
Cerrar la puerta, que la abras. Que dejes pasar al viento.
Y que yo me enoje. Que me enoje mucho y después me olvide.
Que tenga frío y la estufa no funcione, que estén todos los fósforos quemados.
Y después preguntarme para qué escribo. Y no saber.
Y que me sigas leyendo. Que me leas entre líneas y destruyas los párrafos.
Quizá no sea tan difícil.
Quizá estés aquí y me enseñes que no es tan difícil.
Quizá tenga la suerte algún día de estirar mis manos y marcar la tierra,
y besar las nubes y apagar el ruido.
O que el vapor del té nos empañe los ojos y la nariz y la vida,
y de repente descubramos con horror
que somos libres.

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