Sentarme, que las explicaciones se desparramen por el piso.
Algunas por aquí, otras un poco más allá.
Olfatearlas con la mirada. Dejarlas seguir rodando.
Pensar en subir la escalera y jugar a que estés allí.
Corriendo detrás mío y haciéndome trastabillar con el aire.
Cerrar la puerta, que la abras. Que dejes pasar al viento.
Y que yo me enoje. Que me enoje mucho y después me olvide.
Que tenga frío y la estufa no funcione, que estén todos los fósforos quemados.
Y después preguntarme para qué escribo. Y no saber.
Y que me sigas leyendo. Que me leas entre líneas y destruyas los párrafos.
Quizá no sea tan difícil.
Quizá estés aquí y me enseñes que no es tan difícil.
Quizá tenga la suerte algún día de estirar mis manos y marcar la tierra,
y besar las nubes y apagar el ruido.
O que el vapor del té nos empañe los ojos y la nariz y la vida,
y de repente descubramos con horror
que somos libres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario