Yace solitaria en el sendero del tiempo, deslizándose entre los arbustos que destilan llovizna sobre los ángeles. Hace algunos kilómetros que ha extraviado a los segundos, escuchado relatos infinitos, rozado la insanía. Persiste en su recorrido, tal vez, impulsada por aquella gloriosa incertidumbre que posee el alba. Y es entonces cuando se encuentra: inefable, perdida en el paraíso sencillo del sonido...
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