sábado, 9 de junio de 2012

Subterráneo

A veces pienso que el subterráneo es hermoso. El óxido acumulando historias en forma de huellas, las expresiones artísticas de última hora en los vagones, los asientos usurpados. Y los túneles, sobre todo los túneles. Eternos, inspiradores de plumas y canciones, opacos como la lluvia.

Cuando anochece es hermoso, cuando porta esa magia de los lugares que suelen estar atiborrados de gente pero se encuentran vacíos, esa alquimia generada de alguna manera inexplicable, recóndita. Secretos que han quedado súbitamente sin dueño, escondidos en aquella perpetua penumbra.

Y hermoso digo por no poder adjetivar de otra manera a nuestro hogar efímero sobre los rieles, a la electricidad dándonos movimiento, al impulso subterráneo de cientos de almas en suspenso. Y, sobre todo, a esa forma tan particular de deambular las calles sin que nadie lo advierta, con su andar suave y paso cansino cuando se desliza por las vías; serpiente mecánica, reptil de hierro…

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