Al fin y al cabo todo se trata del tiempo..., todo. Las manos que sostienen las agujas del destino. El frágil relato de los segundos. Nadie conoce al tiempo, y sin embargo el tiempo nos conoce a todos. Sabe que le hemos puesto horarios a la manera que tenemos de sentir los años, aunque le escapemos con improvisaciones, con escondites artificiales. El único asesino de esta historia.
Qué poesía manejarán los relojes. Tal vez sea en prosa que las hojas de los árboles esperan al otoño para conocer la tierra. Las sílabas coqueteando con la respiración. Estamos tan llenos de todo eso que el tiempo nos va quitando de a poco, porque todo se trata del tiempo..., todo.
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