sábado, 27 de diciembre de 2014
Los Desencontrados
Ella saca una mirada distraída de la cartera, lo espera tímida y se la ofrece, miel en sus párpados, miedo en sus manos, la paciencia acumulada en años transformándose en retrato, los edificios prendiéndose fuego, la lluvia mojando las rocas, y extiende sus dedos para llegar más alto, y que las pupilas se claven en lo verde, lo escandalosamente verde de los ojos de él: que está muy distraído en algún auto que pasó hace un rato, que dejó una estela de humo que él convierte en fotografía, y no la mira, la deja irse, la soga al cuello de lo imperceptible, y suena el tiempo entero en sus mejillas cuando ella apoya suave sus labios y le susurra al silencio que por favor la mire, que acepte su mirada, que ningún licor sabe tan dulce como su poesía y no podrá olvidarse, las garras del instante yéndose, arañando las paredes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario