Antes de despedirse con una sonrisa tímida, Amanda dijo algo sobre perfeccionar los ideales o morir en el intento y desapareció de mi vista. No le respondí porque tenía la mirada y las sílabas clavadas en lo aparentemente interesantísimo de mis nudillos. Como si morir en el intento no fuera tan fácil, Amanda -pensé-, como si no fuésemos sustancialmente tristes.
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